Relato Indianred para la Gran Gincana Literaria

03 octubre 2011

Hola holaaaaaaaaaaa

Aquí tenéis otro nuevo relato de la Gran Gincana Literaria, esta vez es de Indianred ^^

Cartas de amor


Mi querida Felicia:

Ayer escapé a la rutina de mis actividades cotidianas.  Caminé entre los árboles, frondosos como las dudas de mi alma, con el único propósito de encontrarte.  Amada mía, temblaban mis rodillas, transpiraba mi frente, latía desesperado mi corazón en el momento en que te vi.  Te vi...  A lo lejos...  Sentada en la mecedora de tu anciana abuela, mientras te bañaba la luz rosada del atardecer.  Tu silueta se recortaba entre las rosas que adornan la entrada de tu casa.  ¡Eres tan bella y refinada...!  Te vi blandir la mano en aire, como saludando a los duendes en el éter, y arrimar luego tu dedo a los labios pidiendo silencio a las ramas de los abetos que silbaban osciladas por la brisa.

¡Qué regocijo invadió mi espíritu al observarte tan serena!  Al apreciar como templaste tu carácter.  Y al comprobar que aquel torbellino tempestuoso y juvenil ha tornado en delicado sosiego tan digno en una dama.  Mi grácil mariposa, cuánto deseé ser, en persona, aquel fornido sirviente que cruzó la pérgola para ofrecerte una taza de té...  Y susurrar en tu oído una oda a tu belleza.

Mas la dicha de verte fue tan intensa como breve.

¿Por qué la felicidad es tan fugaz? 

Mi corazón se quebró y el mundo se derrumbó al percibir que acariciabas la rubia cabellera de un muchacho.  Aquel que hincado a tus pies murmuraba un canto.  Aún sin reponerme del dolor y la desolación, busqué en mi bolsa los papeles y la pluma que siempre acompañan al poeta.  Ciego por los celos, escribí velozmente una nota proponiéndote matrimonio.  Adorada Felicia, puede parecerte precipitado...  Sé que hace tres años que no nos vemos.  Durante ese tiempo no hice más que servir al rey en los caminos por los cuales me ha enviado, escribir alabanzas al recuerdo dulce de tus ojos y pensar mientras tanto en tu amor perseverante, con la confianza depositada en tus promesas.  Entonces...  ¿Qué otra cosa podía hacer yo, mi señora?  ¿Acaso contemplar impávido el romance de mi dueña con un extraño?  Fui claro en la misiva que arrojé ante ti.  Mas quiero reiterar mis palabras y mis intenciones: si es necesario me batiré en mortal duelo con el usurpador de tu corazón, para ganar tu gracia en justo combate.

Debo confesarte que sentí un grato alivio al ver que recogiste mi mensaje atado a aquella piedra.  Y más al ver que, luego de leerlo, lo remontabas a tu pecho.  Eso fue suficiente para devolverme el aliento.  Me retiré sigilosamente como había llegado.  Con el desasosiego y la vergüenza de haberme comportado como un insolente.  Por eso quiero resarcir mi conducta utilizando esta carta para sincerarme contigo como mandan las costumbres de una persona educada en buena familia.  Para hacer de mi proposición una resolución formal.  Dile a tu padre que le ruego que se digne a recibirme: estoy presto a presentarme con mis mayores respetos para solicitar tu distinguida mano.  Pongo ante ti mi patrimonio y mis nobles apellidos, como es debido.  Quedo a tu merced, esperando con ansias tu respuesta, aunque comprenderé si rechazas mi osadía.   
Siempre tuyo.       
                                                                                  Sofanor



Querido Sofanor:

Recibí tu carta con júbilo.  Realmente me encuentro bastante sorprendida al ver que confundiste algunas cosas.  Y es por eso que he decidido aclararte los entuertos.  

Sigo siendo el torbellino tempestuoso de siempre (¿recuerdas que de niña me llamaban “cabra loca?”).  A quien viste descansar serenamente en la mecedora de mi anciana abuela, era justamente: ¡mi anciana abuela!  Los ademanes que con tan excelsa pluma detallas no eran para saludar ningún duende ni nada parecido.  La abuela sólo espantaba las moscas que la molestan cada vez que se queda quieta...  Aún no podemos dilucidar si las moscas la persiguen por ese nuevo ungüento que se frota para alisar las arrugas o si es un presagio.  Lo que se acercaba a la boca no era su dedo, sino un trozo de galleta, así que de “pedir silencio a los árboles”, ¡mejor ni hablemos!

Lo que me molestó soberanamente es que vieras a un fornido sirviente, cuando en realidad era yo quien le alcanzaba un vaso de agua. 

¡Ay!  Mi Sofanorcito...  ¡Qué pena me provoca que te acongojaras tanto por una rubia cabellera!  Ya que ésta pertenece a nuestro perro de aguas, que no murmuraba ninguna canción, sino que gemía porque la abuela le pisó una pata...  Motivo por el cual, ella lo acariciaba consolándolo.

Como consecuencia de todos estos yerros disparatados, se armó un gran revuelo en mi casa.  Abuela leyó tu nota.  Ahora no hace más que pasearse ante los espejos y repetir que aún no perdió sus encantos, quiere buscar entre los árboles del bosque a su tan resuelto admirador.  El abuelo también busca al autor de la nota, para saber quién   es el mentecato que desea batirse a duelo con él.  ¡La idea del duelo lo rejuveneció, hacía años que no tenía qué hacer, más que fumar en pipa sentado en los jardines!  Recuperó sus antiguos trabucos, que estaban en el desván, y los lustró hasta hacerlos brillar.

A mis padres les aclaré yo misma la confusión.  Están “felices de sacarse un peso de encima”, textualmente  me lo dijeron.  Mamá encargó que agrandaran su vestido de casamiento, para dármelo para la boda, y me pidió que te explayes más sobre esos bienes que dices poner ante mí.  Mi hermano quiere vivir con nosotros en tu castillo.  Espero que no te moleste que ya  lo haya consentido, estoy segura de que llenará de alegría nuestras vidas con sus amistades mundanas, su amor por la música y su costumbre de organizar fiestas estupendas.

Siguiendo con lo del matrimonio, me contagiaste tanto entusiasmo que me adelanté a repartir las invitaciones a familiares y allegados.  ¡El domingo a las diez nos casamos!  Estaré esperándote en el pórtico de la iglesia con la misma impaciencia con que te esperé estos tres años.  Eso sí, el cura me dijo que no olvides  hacer un donativo interesante y que traigas puestas tus gafas de aumento y, a mano, la trompetilla, para que puedas disfrutar de la ceremonia.  Prometo que no te arrepentirás de concederme el honor de ser tu esposa. Con todo mi corazón.              
                                          Tu Felicia.

Nos leemos!!




1 comentario:

  1. Por fin un relato que puedo decir sin tapujos que me gusta! Muy bien escrito, original y divertido =D Ha conseguido incluso hacerme reír, y para ser tan corto, no es poca cosa. Con la primera parte pensé que iba a ser un poco ñoño de más, pero la respuesta es tan genialosa... Felicidades! =D

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